Al corriente: octubre 20, 2020
La tecnología ha reducido la distancia que nos ha separado durante los tiempos de pandemia en los que no podemos encontrarnos en persona.
Aunque la tecnología puede acercarnos, no garantiza que estemos realmente en conexción y entrelazadas entre las personas. La cercanía física y virtual, incluso cuando podemos vernos, no significa que estemos conectadas mutuamente.
Por ejemplo, cuando tomamos un autobús urbano ocupado, la distancia entre las personas que viajan no es más de 50 cm. A veces incluso nos tocamos, pero eso no significa que haya conexción entre personas. La realidad es que cada persona sigue siendo una extraña para la otra.
Eso puede suceder en cualquier lugar, incluso en una familia, donde las personas que conforman esa familia se reúnen pero no están conectadas entre sí. Podemos vivir en viviendas muy densas, pero no estamos necesariamente conectadas. Tal vez incluso construimos un muro alto que separa nuestras casas vecinas.
Los muros o barreras que construimos pueden estar basados en economía, etnia o raza, política, ideología, orientación sexual, etc.
¡No digamos que esto no ocurre en la iglesia! En la iglesia, podemos encontrarnos, darnos la mano, cantar y escuchar la Palabra conjuntamente, pero estar en conjunto física o virtualmente no es garantía de una comunión profunda.
Como seguidores y seguidoras de Jesús, debemos seguirlo superando todas estas barreras para construir conexiones profundas.
—Pastor Danang Kristiawan, GITJ Jepara (Gereja Inijili di Tanah Jawa), Jepara, Indonesia
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