Al corriente: enero 8, 2023
Viernes a la noche
Vengan a mí todos ustedes que están cansados de sus trabajos y cargas, y yo los haré descansar. Acepten el yugo que les pongo, y aprendan de mí, que soy paciente y de corazón humilde; así encontrarán descanso. Porque el yugo que les pongo y la carga que les doy a llevar son ligeros. (Mateo 11,28-30 – DHH)
El mensaje de Jesús en este pasaje es tan actual y tan necesario hoy ya que, de una u otra manera, el mundo sufre dolor, muerte y consternación. Esta invitación que nos hace nuestro Señor es verdadera y generosa para todos y todas los que en estos momentos cargamos penas, dolores, angustias, miedos, culpas y tantos señalamientos. Hoy como nunca, las circunstancias de la vida tienen a muchos cansados, con grandes pesos en sus corazones que impiden vivir esa vida plena que Cristo nos ofrece en su palabra.
Esta promesa de descanso es universal, abierta y cargada de gracia para todo aquel que acuda a la fuente que es Cristo Jesús, quien es capaz de librarnos de lo insoportable que puede ser la situación, el descanso ofrecido no está a la vista de los sabios y entendidos como lo dice el pasaje, sino que se plació el Señor en revelarlo a los niños, versículo 25 (aquellos que son como niños en toda su capacidad de expectación, inocencia y vulnerabilidad ) a estos los que hemos comprendido su mensaje de buenas nuevas, redención, reconciliación con Él, nosotros mismos y los demás que nos llama hacia este don carismático de reposo, confort, recreación que envuelve ese descanso mencionado en el pasaje debiendo transmitirlo los seguidores de Jesús a otros como señal de la protección de Dios.
El pasaje nos invita a llevar su yugo, travesaño que conecta con Él pero que también nos conecta con el otro o la otra que necesita apoyo para hacerlo ligero y fácil de llevar. Este yugo nos une por amor, sin fingimiento, expresando interés real, empatía y disposición de compartir los unos con los otros, siendo como Dios con piel humana nuevamente.
Es necesario que presentemos como iglesia delante del Señor a aquellos que han sido sorprendidos con miedos, culpas y vergüenzas para recibir sanidad y alivio; al contrario de aquellos que con furia presentaron a la mujer encontrada en pecado para que de la mano de Jesús recibiera muerte, juicio y lapidación, donde gustosos querían participar esos delatores (Juan 8, 1-11). Jesús los pone cara a cara con sus pecados y de una u otra manera recuerdan su naturaleza caída, muy humana y emprenden la retirada vencidos.
Hoy ya no somos delatores que enjuician y separan sino terapeutas que llevan descanso y alivio a los que continúan en esas cárceles espirituales, recordando los diferentes momentos de la vida donde también transitamos por valles de sombras y muerte, siendo sujetos en otro tiempo a yugos de esclavitud con diferentes nombres, que también llevaban a la destrucción. Pero, Jesús se enderezó para mirarnos a la cara comprensivamente para luego inclinarse soltando nuestra vergüenza y con su dedo darnos liberación-salvación.
La salvación ofrecida en ese momento histórico es la misma que inicia aquí ya con su palabra, Espíritu y esa presencia más viva que nunca en medio de nosotros, ellos y aquellos, partes del cuerpo de Cristo, signos palpables del Reino de Dios y su shalom.
Tras dos años de pandemia, conflictos bélicos, étnicos, raciales en varios países, grandes migraciones y movilizaciones humanas, habemos muchos sobrevivientes, algunos más ilesos que otros. Sin embargo, muchos buscan sus últimas fuerzas para tratar de continuar después de haber perdido casi todo lo material para sustentarse, caminan con luto tras la pérdida de padres, madres, hermanos, hijos, perdieron estabilidad emocional, mental, hasta espiritual. Pueblos completos han sido arrasados y destruídos. La avaricia del hombre consume sin parar, se ha sembrado desesperanza en derredor.
La iglesia también fue movida desde su cimiento, fue sacada de su tranquilidad que la mantenía alejada de muchas tristes y dolorosas realidades, obligada a replantearse su misión, a releer la palabra de Dios con otros ojos, a trabajar fuera de sus paredes.
Romper los paradigmas
Sin embargo es y sigue siendo un adecuado momento y oportunidad para hacer rompimientos de paradigmas que separan, señalan, dispersan y levantan muros entre hermanos.
Permitamos al Dios de la paciencia y de la consolación darnos ese mismo sentir según Cristo Jesús, para que unánimes demos gloria a Dios (Romanos 15, 5-13), entendiendo ahora que no es nada menos que amarlo en los hermanos y hermanas, recibiéndonos, como Él nos recibió.
Con amistad, hospitalidad, poniendo bálsamo en las heridas, moviendo la piedra donde antes había muerte, desatando vendas, podemos confirmar o estabilizar a todos aquellos a los que debemos salir al encuentro con los brazos abiertos, abundantes de esperanza y promesas hechas desde tiempos atrás, pero que tienen cumplimiento mediante hombres y mujeres que hacen la voluntad de Dios.
Alegrémonos con alabanzas, cantemos hoy a su nombre en medio de todos los pueblos presentes, para que traiga llenura de gozo y paz en medio de la espera.
Revistámonos de nuevas fuerzas
Sí, es tiempo de restitución del descanso, eso debemos proclamar hoy, a pesar de lo que hay o de lo que vemos, porque hace mucho tiempo no caminamos por vista (2 Corintios 5, 7), sino afianzados en los dichos de su boca. Jesús es nuestro Sabat, nos llama a detenernos, soltar la ansiedad, el dolor y abandonarnos en Él que sabe cuidar de nosotros. Ya no sigamos cansados por el camino sino que en su regazo revistámonos de nuevas fuerzas para así también brindar alivio de las pesadas jornadas a muchos y muchas que no saben ya que hacer. Pedimos al Señor en este momento que su paz gobierne nuestros corazones (Colosenses 3,15-17), ser un mismo cuerpo, siendo agradecidos por esa presencia que nos ha dejado.
No abandonemos a los más pequeñitos, a los vulnerables, a los que fueron dejados en el camino. Señor, que tu palabra more en nosotros con abundancia, para que sabiamente y motivando a otros nos movamos a cuidarnos mutuamente, dando gracias porque hoy podemos decir “Ebenezer”, hasta aquí nos has ayudado.
En este encuentro en este hermoso país, con tantos hermanos y hermanas con tantas y diferentes historias, celebramos la vida, celebramos nuestra fe, nuestra tradición anabautista-menonita. Pero no nos olvidemos que la vida es esto, encuentro: alteridad, que significa salir al camino del otro o la otra, descubrirle, encuentro con lo que es diferente impulsado por el amor, como lo hizo ese padre que día y noche esperó a su hijo lleno de esperanza por un reencuentro, sin importar las condiciones de aquel que decidió volver a casa.
Para finalizar, en esta Asamblea, más que nunca, detengámonos a examinar nuestra fe y cómo la vivimos. Que Dios nos ayude a que sea promotora de vida, justicia, misericordia y mucha compasión. Que nuestras comunidades de fe, nuestros ministerios y nosotros mismos, podamos brindar descanso a los que siguen cansados y trabajados, haciendo sus cargas más ligeras y fáciles de llevar. Amén.
— Cindy Alpízar se desempeña como pastora y administradora de la congregación Discípulos de Jesús los Lagos, en Heredia, Costa Rica, y de la iglesia nacional (Asociación de Iglesias Cristianas Menonitas). Su verdadera vocación y pasión es acompañar y asistir a las personas que viven en situación de calle.
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