Vivir una buena vida es bueno y hasta necesario

Jueves a la mañana

Vean cuán bueno y agradable es que los hermanos vivan unidos (Salmo 133,1, DHH), es una afirmación que evidencia el deleite del David bíblico en compañía de sus hermanos. Para el ser humano es una necesidad el convivir con otras personas, somos seres sociales. Es en la convivencia que se demuestra y vive la fe, es allí donde encontramos el apoyo unos a otros; todas y todos dependemos de alguien más en las diferentes áreas de la vida desde lo material, afectivo y espiritual. La convivencia, que es la oportunidad de vivir con otras personas, es un regalo de Dios. Desde los primeros años de nuestra vida buscamos la aceptación de los demás y dependemos de los cuidados amorosos de una familia. Las relaciones de hermandad, de amistad, nos animan y nos orientan, hacen que nuestra vida sea más fácil cuando se presentan situaciones difíciles que debemos sobrellevar.

Llevar una vida en hermandad o vivir en hermandad es un regalo de Dios.

Fuimos creados como seres sociales para compartir con otros. Es parte del plan de Dios para nuestras vida y sus planes son buenos y perfectos. Jeremías 29,11 nos muestra que los planes de Dios para nosotros son para el bien y no para el mal… Podemos darnos cuenta que ese vivir con los demás trae beneficios que muchas veces desconocemos y por esta razón hasta podríamos actuar en contra de nosotros y de los demás. Está comprobado que favorece la salud física y mental ya que en el convivir de hermandad el libro de Eclesiastés nos ilustra acerca de esto en el capítulo 4,9-12: “Más valen dos que uno, pues mayor provecho obtienen de su trabajo. Y si uno de ellos cae, el otro lo levanta. ¡Pero ay del que cae estando solo, pues no habrá quien lo levante! Además, si dos se acuestan juntos, uno a otro se calientan; pero uno solo, ¿cómo va a entrar en calor? Uno solo puede ser vencido, pero dos podrán resistir. Y además, la cuerda de tres hilos no se rompe fácilmente” (DHH).

Por otro lado, cuando Jacob y Esaú se encontraron después de un tiempo de estar alejados por sus fuertes diferencias, su expresión manifestó la alegría de contar el uno con el otro cuando dijo: “Verte en persona es como ver a Dios mismo” (Génesis 33:10, DHH). Este relato es una evidencia que contar con los hermanos, contar los unos con los otros, es un regalo de Dios.

Según Pablo apóstol, para los cristianos es un deber, “de hacer el bien y compartir con otros lo que tienen...” (Hebreos 13,16, DHH). El compartir como característica indispensable del “vivir con” o convivir, implica otras personas y formas diversas de hacerlo.

Necesitamos comprender que como hijos de Dios estamos predestinados para una vida de bien que se debe vivir en interacción con los demás, en comunión. En este estilo de vida, en relacion con otras personas, sucede una condición especial que provoca el vencer todas las barreras que se puedan interponer. Fue estando juntos y en unanimidad que se presentó de forma poderosa el Espíritu Santo en Pentecostés (Hechos 2,1-2).

En la Biblia, en Marcos 2,1-12 encontramos la historia de un hombre paralítico que, por el esfuerzo de amigos, vecinos, hermanos (no tengo muchos detalles), fue posible su beneficio. Había muchas barreras, entre ellas, la gran multitud, sin espacio por donde pasar; lo llevaban en andas: imaginas el esfuerzo de subir al techo de la casa, hacer una abertura y luego bajar a una persona que no tenía posibilidades de movimiento, se necesitó un verdadero esfuerzo y compromiso. Demás está decir que sin el esfuerzo de los que llevaron a este hombre paralítico jamás hubiese recibido su milagro.

Hay características de estas personas (amigos del paralítico) que podemos identificar como necesarias para la convivencia efectiva: amor, servicio, unidad, empatía, bondad, paciencia, fe, sin las cuales no se habría podido llegar al final victorioso para este hombre.

En la Biblia encontraremos muchas historias donde podemos identificar las ventajas de aprender a practicar una sana convivencia con los demás. La amistad es realzada en el hermoso ejemplo de David y Jonathan, de María, Marta y Lázaro con Jesús. Es importante saber que un tiempo compartido con amigas y amigos para conversar nuestros proyectos genera vínculos afectivos, mejora la autoestima, libera el estrés, es terapéutico, te ríes y esto provoca reacciones positivas en tu organismo, compartes tu preocupación, te merma la carga; las personas que disfrutan de ser sociables desarrollan estilos de vida más saludables.

Es importante resaltar que construimos vida con mensajes de vida, con acciones de vida, que las actitudes positivas son las que nos hacen deseables, buscados, seguidos. Si queremos ser hombres y mujeres hacedores de paz, las actitudes positivas deben ser nuestra práctica de la vida cotidiana; ahora mismo este mundo, nuestro mundo, necesita de esas acciones por la paz, por la convivencia sana, por la tolerancia, la solidaridad, necesitamos comprometernos con el bien, con el proyecto divino de amar y, en ocasiones, dar más de lo que esperan de nosotras. Como hijos e hijas de Dios debemos hacer realidad el plan divino de una vida en abundancia, una vida en plenitud, viendo el rostro del Señor en el rostro del hermano.

Estas características que tienen que ver con relaciones armoniosas, con ayuda mutua, con compartir tiempo, risas, acuerdos y hasta desacuerdos es vivir.

Para este vivir, ¿cuál es la clave? Acércate a los demás, ponle empatía, solidaridad, amor, voluntad, fe. Siempre será necesario saber cuánta vida tienes para trasmitir a los demás, cuán apegados estamos a la fuente de vida para que definitivamente podamos transmitir vida.

—Adriana Belinda Rodríguez Velasquez, casada, abuela, psicóloga y consejera, integra la Comisión de Paz del CMM. Es miembro de la Iglesia Menonita “Caminando con Dios” de La Ceiba, Honduras.


Este artículo apareció por primera vez en Correo/Courier/Courrier en Octubre de 2022.

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