Al corriente: abril 10, 2024
“Debería haber justicia. Deberían pagar por el terrible daño que han cometido.” Estas y otras frases similares se han repetido en las noticias de los últimos meses.
En Colombia, mi país, he escuchado demasiadas veces las mismas frases en boca de cristianos que dicen seguir a Jesús, el Dios que eligió la compasión antes que la represalia, el que nos enseñó a dar a nuestros enemigos e incluso a nuestros opresores, no lo que se merecen sino lo que necesitan.
Mientras reflexiono sobre las imágenes de las atrocidades causadas por la guerra en incontables lugares del mundo, recuerdo las palabras de un sabio rabino judío, Jonathan Sacks, quien sirvió como Gran Rabino de las Congregaciones Hebreas Unidas de la Mancomunidad de Naciones, de 1991 a 2013. ... Permítanme citar algunos de sus escritos:
“Nuestra tarea [de la fe abrahámica] es ser una bendición para el mundo... Invocar a Dios para justificar la violencia contra los inocentes no es un acto de santidad sino de sacrilegio. Es una especie de blasfemia. Es tomar el nombre de Dios en vano.”1
“Nada es más desalentador que el ciclo de venganza que acecha a las zonas de conflicto y atrapa a sus poblaciones en un pasado que no afloja nunca su control. Ese ha sido el destino de los Balcanes, Irlanda del Norte, India y Cachemira, el Medio Oriente... Las represalias son la respuesta instintiva a lo que se percibe como injusto... Los agravios históricos rara vez se olvidan. Se convierten en parte de la memoria colectiva de un pueblo…. Esto es lo que hace que la idea del perdón sea tan contradictoria. Es más que una técnica de resolución de conflictos. Es una estrategia increíblemente original. En un mundo sin perdón, el mal engendra mal, el daño genera daño, y no hay manera de romper la secuencia que no sea el agotamiento o el olvido. El perdón rompe la cadena.”2
El rabino Sacks advierte –al igual que cualquiera que haya considerado el conflicto entre Israel y Palestina– que las cuestiones son complejas. Se habría implementado si fuera sencillo encontrar una solución aceptable para los principales involucrados.
Se trata de recuerdos de larga data: los israelíes reflexionan sobre los “dos mil años de sufrimiento judío y la necesidad existencial de los judíos de tener, en algún lugar de la Tierra, un espacio defendible”, escribe el rabino Sacks, y los palestinos recuerdan “el desplazamiento y la pérdida, la impotencia política y las dificultades económicas, la derrota humillante y la ira.”3
A medida que cada grupo intenta proteger su propio espacio, sus intentos de asegurarlo a veces resultan en daños que afectan a los demás y se vuelven contra ellos mismos. “El perdón parece absurdamente inadecuado para los conflictos de intereses sustanciales y la mera dinámica de la sospecha, la desconfianza y el agravio acumulados”, escribe el rabino Sacks.
“Sin embargo, al final la paz se logra ₋si es que se logra₋ por medio de las iniciativas de personas que reconocen la humanidad de sus oponentes. Hasta que israelíes y palestinos sean capaces de escucharse unos a otros, conozcan la angustia y la ira de cada uno, y crean un espacio cognitivo para las esperanzas de los demás, no habrá manera de avanzar [... Como judío] honro el pasado no repitiéndolo sino aprendiendo de él, negándome a sumar dolor al dolor, aflicción a la aflicción. Por eso debemos responder al odio con amor, a la violencia con paz, al resentimiento con generosidad de espíritu y al conflicto con reconciliación.”4
Mientras escribo estas palabras, el ciclo de violencia y represalias continúa profundizándose. Es casi imposible decir algo sobre dicha situación sin hacer enojar a alguien en algún lugar, como fue el caso de la declaración sobre la Respuesta reconciliadora a la guerra en el Medio Oriente que redactamos en octubre del 2023. Y, sin embargo, estamos llamados a responder, como comunión mundial, a este y muchos otros terribles escenarios de guerra que presenciamos actualmente. Por eso le invitamos, en este número de Correo, a reflexionar sobre cómo comprender los mensajes bíblicos en términos de la realidad actual.
Sí, en medio de terribles atrocidades, las personas ₋sean quienes sean₋ tienen derecho a exigir que a los perpetradores les toque lo merecido por lo que han hecho. Pero, gracias a Dios, no tiene por qué ser así. Gracias a Dios, Jesús nos muestra otra manera.
—César García, secretario general del Congreso Mundial Menonita, es oriundo de Colombia y reside en Kitchener, Ontario, Canadá.
1. No en nombre de Dios
2. La dignidad de la diferencia
3. Ibid., 189-190.
4.Ibid., 189-190.
Bibliografía
-
Sacks, Jonathan. La dignidad de la diferencia: Cómo evitar el choque de civilizaciones. España: Nagrela Editores, 2013
- ———. No en nombre de Dios: Cómo afrontar la violencia religiosa. España: Nagrela Editores, 2019.
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